Hemos sabido que el gobierno de la nación de naciones despachará con la Generalidad de Cataluña antes de proponer una nueva ley para evitar roces e infructuosos desajustes competenciales, según noticia publicada en fecha reciente por el diario El Mundo. Esas reuniones preliminares recuerdan al astuto y taimado visir que dobla el espinazo prodigiosamente, como un contorsionista, para que la máxima autoridad dé su pláceme y estampe el sello califal sobre el nuevo decreto.
A priori no queda claro quién interpreta en esta nueva función o mascarada post-estatutaria el rol legislativo y quién el rol consultivo. Quién propone y quién dispone. ¿El gobierno central remite sus proyectos a esa suerte de Consejo de Estado que sería la Generalidad? ¿O la Generalidad traza con antelación las líneas maestras que el gobierno central no debe traspasar ejerciendo una suerte de censura previa, estableciendo el sentido y espíritu de las nuevas leyes? ¿Es una mera transmisión de pareceres o una imposición de contenidos?
En todo caso una conclusión se manifiesta de manera evidente y presentánea. Uno u otro sobra. En realidad, si afinamos un poco la puntería, el increíble gobierno menguante y sobrante es el gobierno central pues al trasladar consultas a otro, cual si ese otro fuera no una instancia par o inferior, sino un ente de mayor rango y relevancia, solicitando su aprobación, establece sin pretenderlo acaso una prelación en la escala jerárquica a favor del segundo, en este caso del gobierno presidido por don José Montilla, depositario y garante de las más rancias esencias del catalanismo político.
En aras de una deseable simplificación o reducción de la compleja maquinaria administrativa, para evitar costosas duplicaciones de cargos y atribuciones, onerosas para las arcas públicas, nos podríamos ahorrar una de ambas instancias.
Y, en definitiva, y vistos los antecedentes, como las imaginativas propuestas de la ministra de vivienda, leyes vinícolas que se anuncian y retiran a los pocos días mediante llamadas telefónicas, desbarajustes en muy diversos ámbitos (inmigración, política exterior, desmantelamiento del tejido industrial, reformas laborales coladas de matute con rebajas en las indemnizaciones por despido) y alardes humanitarios que perfilan al gobierno central como una ONG especialmente sensibilizada con las cuitas y porfías de los más sanguinarios terroristas, habríamos de prescindir directamente de este último para que el tripartito, de una vez y sin disimulos, tomara las riendas del poder. A fin de cuentas son quienes realmente mandan pues el gobierno ZP hace de la dejación de funciones una de las piedras angulares de la presente legislatura.
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