Cada vez que Tolerancio lee una noticia de Polonia piensa, cosa extraña, en España. No es por causa del programa de mayor audiencia de TV3, titulado así, por aquello de los catalanes llamados polacos despectivamente. Ni porque son ambos países de tradición católica, bien que menguante, o porque tienen una extensión y una población parecidas o han sufrido muy recientemente sendas dictaduras.
Se trata de la llamada Ley de Memoria Histórica. En efecto, las autoridades polacas han promovido una ley que obliga a funcionarios en activo, en un número de 700.000, si no recordamos mal, a firmar una declaración conforme no participaron en tareas delatoras y represoras al servicio de la dictadura. Parece que, tras unos años de restauración democrática en el antaño Gran Ducado de Varsovia, con sus altibajos, sus luces y sombras -cualquier tópico vale- a los hermanos Kaczynski les parece buena cosa romper con el pasado de esa abrupta manera señalando acusadoramente con el dedo a posibles colaboracionistas del régimen comunista. Inmediatamente se han oído voces discrepantes que dudan de la oportunidad de la ley pues supone una suerte de ajuste de cuentas, de revanchismo que nada positivo aporta para afrontar el futuro.
Los hermanos Kaczynski lo que hacen es trocar la transición de la dictadura a la democracia, o al modelo político que tengan a bien urdir, por una ruptura. Eso, curiosamente, es lo que algunos quieren para España y echan en falta ahora después de 30 años de la tantas veces loada Transición, que si modélica, que si ejemplar, nos decían, para reinterpretar la historia y promover cambios de hondo calado que habiliten otros escenarios políticos con la participación de insospechados protagonistas.
Pero desclasificando papeles y revisando archivos a los hermanos Kaczynski les ha salido un hermanito en la nómina de confidentes de la Policía Política del régimen pro-soviético. Les está bien empleado, pues les toca probar la medicina que querían para otros. Es lo que pasa cuando hurgamos en el pasado con los avatares políticos como telón de fondo. Que descubrimos que en todas las familias cuecen habas.
El gobierno ZP se cura en salud y cuando habla de la revisión de los juicios políticos del franquismo aboga por una condena global pero sin entrar en detalles, sin individualizar casos y condenas, acaso para que no aparezcan nombres y apellidos de jueces, fiscales, testigos o agentes de la Brigada PS que nos resulten familiares y de problemática o embarazosa explicación.
La prensa española en general ha denostado la iniciativa del gobierno polaco, pero en cambio ha sido muy comedida a la hora de calificar la promovida por el gobierno ZP. Por eso se apuntarían un tanto quienes teniendo conocimiento de estas materias -que algunos pretenden escamotear a la ciudadanía, cocinando a sus anchas una visión interesada, maniquea y parcial, sesgada, de nuestra historia reciente- y acceso a archivos y documentación, difundieran todas esas informaciones por canales alternativos. ¿No querías caldo? Pues toma tres tazas.
Causan antipatía los manejos del gobierno polaco que, difícilmente, ayudan a restañar heridas, pero al menos han corrido un riesgo y han quedado a la altura del betún pues les ha salido un borrón, y qué borrón, en su expediente familiar. Han jugado con fuego y les ha salpicado un ascua. Otros juegan con fuego pero hacen trampa, pues se enfundan unas manoplas de amianto para no quemarse. Y merecen también un buen chamuscazo.
Legislar sobre la memoria es un timo pues la memoria no es colectiva, sino individual. En todo caso la ley, de existir, habría de ser del imaginario colectivo, concepto que puede reflejar más o menos vaporosamente el recuerdo inducido de un ambiente, de una época. Solo que no deberían estar nuestros representantes electos para elaborar leyes sobre imaginarios, sobre el recuerdo que nos inspira una época determinada de nuestro pasado -para eso tenemos historiadores más o menos dispuestos a tergiversarlo- sino para ocuparse del empleo estable, el precio de la vivienda y otras cuestiones de mayor relevancia para la vida cotidiana de los administrados. Se podrían decir muchas más cosas, pero Tolerancio despide esta bitácora con una sentencia con pretensión de frase lapidaria: si permites que te digan por decreto cuál fue tu pasado renuncia a gobernar tu futuro.
PS.- Expertos polacos en semiótica y en lenguaje televisivo, a instancia de su gobierno, han de ponderar si unos personajes de animación infantil, los insoportables Teletubbies, promueven la homosexualidad. Pedro Zerolo, en solidaridad con los muñecos denostados, ha solicitado formalmente la expulsión de Polonia de la Unión Europea por presunta homofobia. Es pues, una verdad sin efugio, como diría el cursi, que la imbecilidad trasciende las fronteras.
Despacho de ultimísima hora: Leemos en la prensa que Lech Walesa, habrá que verlo, fundador del sindicato Solidaridad, también estuvo en nómina como confidente de la policía política. En Polonia los armarios, por gays o fiambres, están a rebosar que es un contento. Lo dicho, como en casa.
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