viernes, 1 de junio de 2007

Ciudadanos España II


Los resultados de Ciutadans en las elecciones municipales han ido regulín regulán con relación a las expectativas creadas tras su sorprendente desembarco en el parlamento autonómico. Soñábamos con el espaldarazo que para el novísimo partido -un año de vida, apenas, como un niño que dice ma y pa- habría supuesto la obtención de concejales en la ciudad de Barcelona y en otras localidades del cinturón metropolitano. Tolerancio lo lamenta como el que más. Estos días viviremos un hervor de análisis, de opiniones, de aturulladas preguntas que nos asaltarán mientras paseamos por la calle camino de la panadería y nos llevarán a las puertas del desquiciamiento, de la crisis existencial. ¿En qué hemos fallado? ¿No hemos sabido transmitir nuestro mensaje? ¿Es más, teníamos mensaje? ¿Qué conclusiones positivas podemos sacar, si es que alguna hay a mano para agarrarse a ella como a un clavo ardiendo? ¿Acusará Knut, el simpatiquísimo oso polar del zoo berlinés, los estragos del cambio climático? ¿Fomentan la sodomía los Teletubbies según insinúan sesudos expertos del gobierno polaco?
Estos y otros enigmas acuden en tropel a mi atolondrado magín huérfano de la recomendable serenidad para ponderar en sus justos términos tan delicada cuestión.

Una cosa le queda clara a Tolerancio: Ciutadans no es un partido que hoy pueda proponer un nítido perfil municipalista. No es una tragedia. Y esto es así porque casi ninguna de todas esas personas que han trabajado por la fundación del partido, complicándose la vida, renunciando en parte a su vida familiar y profesional, lo ha hecho porque el apasionante mundo de la gestión local haya rendido su alma.
La gente que milita y vota a Ciudadanos no concibe -en su abrumadora mayoría- la política como una forma de promoción social, como sucede en otros partidos al uso, como un mecanismo más para la obtención de ventajas, sino que le impele a saltar a la arena, y a jugarse el tipo, cierta voluntad cívica, cuando no un imperativo ético, y más concretamente, el hartazgo de la hegemonía nacionalista imperante desde hace tres décadas, que no remite sino que arrecia con la total e irreversible sumisión de la izquierda a los planteamientos identitarios. Y esa visión algo idealista de la política, sin un bagaje profesionalizado en cuadros y militantes, por voluntariosos que sean, colisiona con la dimensión técnica y del día a día que requiere un efectivo discurso municipalista, que tampoco tienen los partidos establecidos, pero que se benefician del grado de conocimiento de sus siglas entre la ciudadanía y de la atención que dedican los medios a su actividad institucional, ahogando o silenciando opciones alternativas.

Y fruto de esas buenas intenciones, de ese espíritu noble, pero bisoño, se cometen errores. Como sacarse de la manga un lema, lee perplejo Tolerancio en la edición del diario El Mundo, 28/05/07, tal como Catalonia is Spain que no pega para unas elecciones municipales ni con cola de impacto de la marca Super-Glue 3. Y no sostiene Tolerancio que C’s ha dejado de obtener más concejales por ese lema en particular, pero sí que hemos de andar un pelín más despiertos para evitar deslices innecesarios. Tolerancio -que a veces clama en el desierto y sus palabras se las lleva el viento como pólenes errabundos, ha propuesto miles de lemas, de acciones, algunas en extremo disparatadas y que han sido desestimadas, afortunadamente- jamás habría dado su beneplácito a semejante divisa, admitiendo, vaya eso por delante, que para la alta política tiene una vista de lince equiparable a la de Rompetechos.
Los posibles errores debemos asumirlos todos a una, del primero al último de los militantes, pues es de justicia y denota buenas formas y sana camaradería. Cuando han soplado vientos favorables y los resultados han sido lisonjeros todos nos hemos felicitado y, sonrientes, jijijajá, hemos repartido abrazos y estampado a discreción cálidos ósculos en nuestros traseros, tan acostumbrados por otra parte a los puntapiés.

Pero ahora toca cambio de tercio y sin darnos apenas cuenta nos veremos abocados a las elecciones generales. Y como siempre nos sorprenderá el torbellino, la vorágine de una nueva convocatoria a la que acudiremos con el paso cambiado y en mantillas si no cristaliza esa fusión/alianza con la plataforma de Rosa Díez que, tras los aceptables resultados del PSE-PSOE en las municipales y los insuficientes resultados de C’s, a lo peor se lo piensa dos veces antes de tirarse a la piscina.

Para tener una posibilidad habrá que poner toda la carne en el asador, además de presentar a Rosa Díez como candidata a la presidencia del gobierno por la circunscripción de Madrid, quizá incluso mejor que por Vizcaya o por Barcelona, pues es en la Corte y Villa donde el gallinero socialista está revuelto después del estrepitoso batacazo, ex aeqvo, de Sebastián y Simancas y donde la FSM puede andar tentada de pasar cuentas a Zapatero por su cochambrosa apuesta personal a la alcaldía capitalina. Y repetir como un mantra o una letanía, como esa anciana beata y chupacirios que pasa las cuentas del rosario, la cantinela del centro-izquierda que jamás pactará con los nacionalismos. Porque ése es hoy nuestro principal activo político para presentarnos en sociedad.
Tras las municipales asistiremos a nuevos episodios y conchabanzas del PSOE con minúsculas formaciones locales para obtener cuotas de poder municipal y autonómico… pero también el PP será receptivo a los cantos de sirena de diminutos partidos de corte localista y caciquil. Estemos atentos, por ejemplo, a maniobras y requiebros galantes a UM en Baleares, el partido de la señora Munar, que obtuvo la friolera de 26.000 votos que pueden ser decisivos para dar la llave del gobierno insular.
Manejos y pactos de unos y otros que, criticándolos por igual, rentabilizará quien hábilmente sepa presentarlos ante la opinión pública, a pesar del silencio mediático, como la sempiterna sumisión de los partidos nacionales a las capillitas de los nacionalismos periféricos. Es decir, la dinámica de la permanente claudicación ante formaciones minoritarias animadas por el único afán de repantigarse en la poltrona… dinámica que sólo pueden romper los legítimos representantes de la tercera vía, la vía ciudadana.

Eso y poco más. Para qué nos vamos a engañar. El nivel del colectivo está fatal. A un amplio sector de la sociedad en trance de lobotomización irreversible le preocupa llegar a fin de mes -eso a casi todos-, animar a su equipo de fútbol y distraerse con los culebrones, los tele-escuchetes de los famosos y cuatro cosas más, entre ellas que ETA o los islamistas no nos metan más bombazos aunque para eso hayamos de ganarnos su perdón sacando lustre a su calzado a lengüetazos. Y si ingresa o no en prisión Isabel Pantoja. Y no me des la brasa, tío, que no quiero líos.
¿De modo que Catalonia is Spain? ¿No será al revés? ¿Qué Spain is -pizca más o menos- Catalonia?

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