martes, 15 de mayo de 2007

"Los hombres de Saura". Nace la "ecotortura".

Es sabido que los mossos d’esquadra no se estrenaron con buen pie. Se dice en los mentideros de la crónica de sucesos que una de sus primeras hazañas fue lavar un automóvil relacionado con el secuestro de la farmacéutica de Olot, que, eso parece, estaba hecho una pena y lo dejaron limpio y reluciente como para el expositor de un concesionario de vehículos de ocasión… tanto lo maquearon que borraron las posibles huellas de los captores retrasando una más pronta resolución del renombrado caso.
Le han sucedido otros hechos de armas que jalonan de grandes éxitos la hoja de servicios de tan eficaz cuerpo policial. Una vez desplegados en el área de Barcelona es fama que en una semana, de una tacada, atropellaron mortalmente a dos peatones, pérdidas que lo son especialmente trágicas para parientes y allegados de los infortunados viandantes, pero… ¿Qué son dos peatones camuflados en las abultadas estadísticas de muertes por causa del tráfico frente a la superpoblación del planeta? Una minucia, por triste que sea hablar en tan crudos términos.

No mucho más tarde a otro agente se le disparó el arma accidentalmente, según estableció la investigación judicial, y dejó seco a un inmigrante magrebí. Eso sucedió después de que otros agentes, de un humor excelente a lo que se ve, despertaran a un menesteroso que dormía a la intemperie, en un banco (o quizá se tratara de un sujeto cocido por el pimple que dormía la melopea, no lo recordamos con exactitud, pero tampoco importa excesivamente que fuera una u otra circunstancia) apagándole en la piel pitillos encendidos.

Suma y sigue. Las palizas en la comisaría de Les Corts abundan lo suyo, de tal suerte que los incidentes aislados de brutalidad policial amenazan con devenir incidentes habituales y que lo aislado, lo excepcional será en adelante abandonar las dependencias de los mossos sin un rasguño, aunque uno se persone en ellas simplemente para rellenar un formulario o denunciar la sustracción de una tartera con un bocadillo de mortadela dentro. Primero vimos cómo le llovían los mamporros a un tipo que, es cierto, parecía desafiar a los funcionarios, y más recientemente como a una chica de origen eslavo, cosida a mojicones, la dejaron con más cardenales que un cónclave vaticano.
Si uno habla con algún abogado que preste el turno de oficio sabrá que las bofetadas a los cacos, a los delincuentes con una contrastada trayectoria, van que vuelan. El motivo no es otro que labrarse una reputación entre la plantilla de sospechosos habituales para que no piensen que, replegadas Policía Nacional y Guardia Civil, pueden campar por sus fueros alegre y delictivamente. Pero aún les queda mucho trecho por recorrer a juzgar por la cantidad de asaltos con agresiones violentas a propietarios en residencias aisladas de comarcas del interior que parecen rifarse a diario.

Leemos en la prensa que los automovilistas que se saltan los controles de las patrullas de tráfico en Gerona aumentan exponencialmente. Que cuatro agentes de la Comisaría de Nou de la Rambla le roban a un magrebí la astronómica cifra de 70€, todo un fortunón. Y que se dan cursillos a propietarios de discotecas en bares de alterne para echar un trago y darse un revolcón con poules de luxe entre lecciones. Eso sí, las clases se imparten en un catalán normativo impecable.
No sabemos qué consignas trasladan los mandos a los agentes. Y qué piensa de todo ello el máximo responsable político de la pirámide policial, el señor Saura, dolido acaso por los desaires que padece de un tiempo a esta parte de su otrora grato colectivo okupa, y atareado como está, pobrecito -ya sabemos quién manda en casa-, en recoger las caquitas del gato. Jamás habríamos imaginado que el dirigente ecosocialista anduviera a un tris de mudar su curiosa denominación por la de ecotorturador. No queremos decir que Saura sea un torturador o que autorice, ampare o promueva la tortura por medio de órdenes o de circulares directas a través de la escala del mando. Nada de eso. Sólo que es el jefe, le guste o no, de unos cuantos torturadores. ¿Recuerdan esas palabras? Las pronunció en su día un tiparraco a cuenta de Su Majestad el Rey, azote de plantígrados en asilvestradas moterías… tiparraco que, eso nos dicen ahora, es hombre de paz, una suerte de aventajado alumno del Mahatma Gandhi.

Pero la ecotortura es otra cosa, de conformidad con los tiempos que corren de agudizada sensibilidad con el sostenimiento del ecosistema. En efecto, no te zurran la badana con una barra de plomo, tan contaminante, sino con porras de materiales reciclados y biodegradables. Los electrodos y las descargas eléctricas no proceden de la toma de corriente sino de una batería recargable alimentada por energías alternativas. Y por supuesto nada de ordinariez: en lugar de Habla, cabrón y soltarte una leche te dicen Parla, dròpol, que queda mucho más fino.

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