Tolerancio, profundamente irritado, da un sonoro puñetazo en la mesa. La noticia, que ha trascendido a la opinión pública, no ha tenido en cambio ni los comentarios ni la repercusión esperada. ¿Acaso nadie acierta a ver las consecuencias espeluznantes que de ella se derivan? Ese desinterés, esa desafección al terruño por parte del paisanaje ha enojado a Tolerancio, y de qué manera, que se ve a sí mismo predicando en el desierto cual un profeta visionario en pleno delirio por causa de la insolación impenitente que le reblandece la mollera.
En efecto, parece cosa cierta que se desacelera el incremento del precio de la vivienda. Eso quiere decir que, por diferentes razones, los catalanes estamos dispuestos a pagar menos dinero por un metro cuadrado de Cataluña. ¿Y qué dato más objetivo e incontestable que ése para tasar nuestro amor al solar patrio?... siempre que admitamos que el amor patrio es una magnitud mensurable y en tanto los científicos no inventen un aparatejo que recibirá el nombre de patriómetro que llevarán consigo las patrullas de mossos d’esquadra, teledirigidas por el jefe de los ecotorturadores, señor Saura, para comprobar los índices de amor a los símbolos nacionales haciendo soplar el mentado chisme a automovilistas y viandantes en controles aleatorios, aplicándoles, si a tal peritaje se negaran, unos masajes con el siniestro punzón llamado kubotán… ¿O es tubokán?
Cierto que, aún bajando los precios de la vivienda nueva o de segunda o tercera mano puede subir en cambio el precio del dinero y encarecer los préstamos hipotecarios y la cantidad a satisfacer mensualmente para estar al corriente de pago y evitar embargos no deseados, que no embarazos. Pero aquí lo que cuenta es el precio del metro cuadrado mondo y lirondo. ¿Cómo podemos consentir, pongamos por caso, que pase de 6.000 € a 5.700 € en unos meses, es un purparlé, y quedarnos tan frescos, como si aquí nada hubiera pasado? ¿Nos insultan y nada haremos al respecto?
Estamos dispuestos a pagar menos dinero por el metro cuadrado de Cataluña, aunque sea por plantas o niveles horizontales suspendidos del aire si no fuera por cimientos, paredes y vigas. ¿Quiere eso decir que nuestro amor por ella ha mermado?... El metro, el decímetro, la pulgada cuadrada de Cataluña, un gránulo de arena de una playa solitaria batida por el viento, una brizna de hierba de nuestros bosques… nada de eso tiene precio y hasta una seta tóxica que se nutre de los minerales que nuestro suelo sagrado contiene vale lo que nuestra sangre… Sería intolerable que la respuesta a la pregunta formulada un poco más arriba fuera afirmativa. No le quedaría entonces a Tolerancio más remedio que señalar con el dedo -aunque nos dijeran en la escuela que ese gesto está muy feo- y acusar a los catalanes todos de abandono, derrotismo y casi de un delito de lesa patria, de alta traición.
Catalanes, mis hermanos… con semblante altivo y sereno continente, Tolerancio os mira a los ojos directamente y os pregunta: ¿Tanto flaquea vuestro amor por la patria que estáis dispuestos a pagar menos dinero por un pedazo de ella?
Y que nadie le vaya a Tolerancio con la cantinela chusca de patriota sí, pero no tonto, pues sólo se aprecia y se ama de veras aquello que nos exige un duro sacrificio y cae a peso sobre nuestras laceradas espaldas como un bloque de piedra o nos obliga a rascarnos el bolsillo. Dulce et decorum est pro patria mori… “ pagandi”.
En efecto, parece cosa cierta que se desacelera el incremento del precio de la vivienda. Eso quiere decir que, por diferentes razones, los catalanes estamos dispuestos a pagar menos dinero por un metro cuadrado de Cataluña. ¿Y qué dato más objetivo e incontestable que ése para tasar nuestro amor al solar patrio?... siempre que admitamos que el amor patrio es una magnitud mensurable y en tanto los científicos no inventen un aparatejo que recibirá el nombre de patriómetro que llevarán consigo las patrullas de mossos d’esquadra, teledirigidas por el jefe de los ecotorturadores, señor Saura, para comprobar los índices de amor a los símbolos nacionales haciendo soplar el mentado chisme a automovilistas y viandantes en controles aleatorios, aplicándoles, si a tal peritaje se negaran, unos masajes con el siniestro punzón llamado kubotán… ¿O es tubokán?
Cierto que, aún bajando los precios de la vivienda nueva o de segunda o tercera mano puede subir en cambio el precio del dinero y encarecer los préstamos hipotecarios y la cantidad a satisfacer mensualmente para estar al corriente de pago y evitar embargos no deseados, que no embarazos. Pero aquí lo que cuenta es el precio del metro cuadrado mondo y lirondo. ¿Cómo podemos consentir, pongamos por caso, que pase de 6.000 € a 5.700 € en unos meses, es un purparlé, y quedarnos tan frescos, como si aquí nada hubiera pasado? ¿Nos insultan y nada haremos al respecto?
Estamos dispuestos a pagar menos dinero por el metro cuadrado de Cataluña, aunque sea por plantas o niveles horizontales suspendidos del aire si no fuera por cimientos, paredes y vigas. ¿Quiere eso decir que nuestro amor por ella ha mermado?... El metro, el decímetro, la pulgada cuadrada de Cataluña, un gránulo de arena de una playa solitaria batida por el viento, una brizna de hierba de nuestros bosques… nada de eso tiene precio y hasta una seta tóxica que se nutre de los minerales que nuestro suelo sagrado contiene vale lo que nuestra sangre… Sería intolerable que la respuesta a la pregunta formulada un poco más arriba fuera afirmativa. No le quedaría entonces a Tolerancio más remedio que señalar con el dedo -aunque nos dijeran en la escuela que ese gesto está muy feo- y acusar a los catalanes todos de abandono, derrotismo y casi de un delito de lesa patria, de alta traición.
Catalanes, mis hermanos… con semblante altivo y sereno continente, Tolerancio os mira a los ojos directamente y os pregunta: ¿Tanto flaquea vuestro amor por la patria que estáis dispuestos a pagar menos dinero por un pedazo de ella?
Y que nadie le vaya a Tolerancio con la cantinela chusca de patriota sí, pero no tonto, pues sólo se aprecia y se ama de veras aquello que nos exige un duro sacrificio y cae a peso sobre nuestras laceradas espaldas como un bloque de piedra o nos obliga a rascarnos el bolsillo. Dulce et decorum est pro patria mori… “ pagandi”.
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