miércoles, 9 de mayo de 2007

Los "ultranacionalistas" serbios I


Tolerancio manifiesta su extrañeza por la denominación que ha hecho fortuna en la prensa referida a los nacionalistas serbios. Aparecen a menudo descritos como ultranacionalistas. El prefijo ultra- parece reservado, en régimen de monopolio, a los nacionalistas de esa convulsa región de la Europa danubiana.
Eso quiere decir que la casuística nacionalista es diversa y rica, más variada de lo que uno piensa, pues la lógica dicta que si hay ultranacionalistas debe haber también, por así decirlo, cisnacionalistas o cuasinacionalistas, que serían menos nacionalistas, o menos que nacionalistas, como algunos mandos del PP catalán tipo Piqué o Vendrell o la escritora mallorquina María de la Pau Janer que integra como independiente las listas electorales del PP de las islas Baleares. Que podrían ser nacionalistas pero no lo son. Que les falta una chispita de nada para serlo.
Por lo tanto se impone una ardua tarea clasificatoria, una suerte de tabulación o tipología nacionalista para la que es necesario el concurso de sesudos analistas políticos y acaso de perspicaces psiquiatras. A modo de esbozo, Tolerancio aporta unas cuantas categorías de su propio santiscario:

-Buconacionalistas, que sería el subgrupo ergastulonacionalista formado por aquellos nacionalistas o peones de los mismos que aprontan ese preciso órgano de su anatomía para que los nacionalistas depositen allí sustancias relativas a procesos metabólicos residuales en los diferentes y conocidos estados de la materia. Don José Montilla sería el abanderado de este apartado caracterizado por su glotonería insaciable y poco selectiva.

-Cleptonacionalistas, que serían aquellos nacionalistas que hacen del latrocinio, al 3%, por ejemplo, el eje fundamental de su credo patrio. Esta sería una categoría inclusiva que abarcaría la práctica totalidad de las demás modalidades.

-Clericalnacionalistas, que serían aquellos que rinden culto a la patria desde el altar. Los ejemplos de esta categoría son diversos e incluirían a ministros y fieles de muchas iglesias nacionales, abundantes entre las ortodoxas, pero por una razón de obvia proximidad citaremos al arzobispo de Barcelona que bendijo a los ponentes del nuevo estatuto de autonomía aún a sabiendas de que dicho texto contiene en su articulado claves para legislar muy laxamente sobre temas como el aborto o la eutanasia y que, en principio, deberían producirle reacciones alérgicas o directamente la erisipela.

-Copronacionalistas, que serían aquellos nacionalistas que anteponen las deyecciones propias a las ajenas y encima les rinden culto. A este subgrupo pertenecería Tolerancio en cuanto proponente de la inclusión del monumento a Maciá de la plaza de Cataluña de Barcelona (véase una bitácora anterior) entre las siete maravillas del mundo, pues opta aquí el interfecto, de manera flagrante, por una caspicia o mierdecilla local frente a joyas arquitectónicas de mayor fama y excelencia, desestimadas precisamente por hallarse allende nuestras fronteras.

-Criptonacionalistas, que formarían una subespecie de nacionalistas emboscados o disimulan su condición de tales.

-Ergastulonacionalistas, que serían aquellos que hacen de su condición servil el busilis de su afección a las tesis nacionalistas. Es decir, serían elementos auxiliares para la irradiación del nacionalismo hacia focos o segmentos de población ajenos o refractarios al mismo. Don José Montilla sería de nuevo espécimen paradigmático del grupo.

-Erotonacionalistas, que serían aquellos nacionalistas sometidos a pulsiones y raptos de la más desordenada y voluptuosa concupiscencia por causa exclusiva de las beldades autóctonas, de tal forma que el erotonacionalista catalán preferirá aliviarse mirando una foto de Mónica Terribas que otra de Elsa Patacky o de la escultural cantante y actriz norteamericana Beyoncé. El erotonacionalismo no es, pues, incompatible con la imbecilidad, como tantas otras bizarras variedades nacionalistas.

-Fluvionacionalistas, que serían los nacionalistas que motivan sus afanes patrios en la titularidad o propiedad de los cursos fluviales, como se advierte en algunos redactados estatutarios que blindan el cauce de los ríos, transcurran o no por diferentes regiones, como sucede con el Ebro o el Guadalquivir.

-Gastronomonacionalistas, que serían aquellas personas que viven el fervor, o acaso el hervor nacionalista entre fogones, pucheros y cacerolas, como la célebre cocinera Carme Ruscalleda, que dijo que jamás cocinaría un plato para Rajoy por su oposición al nuevo estatuto de autonomía, que, por cierto, requirió de muchas salsas y cocciones, tanto que se les pasó el punto de sal y acabó indigestando a más de uno, entre ellos a su principal promotor, don Pascual Maragall.

-Heteronacionalistas, que serían nacionalistas adoptivos o admiradores de otros nacionalismos. En este tipo habría que incluir a los nacionalistas catalanes en su conjunto que son o han sido sucesivamente nacionalistas vascos, quebequeses, lituanos, sealandeses, syldavos, bordurios, croatas, montenegrinos, irlandeses y cuantas causas nacionalistas se den en el ancho mundo siempre que tengan cierta resonancia en los medios periodísticos.

-Histrionacionalistas, que serían los cómicos al servicio del nacionalismo, como Pepe Rubianes.

-Melonacionalistas (de mélos, música), aquellos nacionalistas que alcanzan el éxtasis patrio, no a través de la ingesta abusiva de melones y otras frutas y hortalizas proporcionadas por el terruño, sino de la audición de los instrumentos musicales del folclore tradicional, como la melancólica gaita, la gralla o la dulce siringa.

-Meteonacionalistas, véase Onironacionalistas.

-Nacionalfutbolistas, que serían aquellos nacionalistas que cultivan el amor patrio a través de filias balompédicas. Este es un término con el que nos dieron la lata durante años para caracterizar o denigrar el régimen anterior (para lo que no se precisaban excusas como ésa) y que encontramos en muchos artículos y ensayos del finado escritor Vázquez Montalbán, que jamás aplicó al entorno azulgrana y, acaso porque no llegara a conocerlo, a su presidente actual, señor Laporta, máximo exponente de esta extravagante pero estadísticamente muy difundida e influyente aberración nacionalista.

-Onironacionalistas, o también meteonacionalistas, que serían nacionalistas anclados en la dulce y fragante somnolencia del mito, de la leyenda, o en ensoñadoras causas ambientales o climáticas: en las brumas, neblinas o en la frondosidad de hayedos y robledales. Los nacionalistas del BNG y acaso nacionalistas bretones, cornualleses, si los hubiere, galeses, escoceses y otros más, supuestamente deudos del universo folclórico celtoide, serían prototipos apropiados de esta variedad.

-Plumbeonacionalistas, que podrían ser los nacionalistas que hacen de la pesadez insufrible su argumentario nacionalista, pero también aquellos otros, como los terroristas, que pretenden imponer su visión nacionalista a través del plomo, es decir, de uno de los componentes de la munición con la que perpetran sus criminales atentados.

-Plutonacionalistas (de plutocracia), que no son nacionalistas oriundos de dicho planeta o que veneren a Pluto, el entrañable personaje canino de la factoría Disney. El meollo de sus reivindicaciones nacionales sería su probado apego a la acumulación monetaria, como los gestores de La Caixa.

-Tanatonacionalistas (de thánatos, muerte) que serían aquellos nacionalistas que rinden pleitesía a la patria incluso en el fatal lance de la muerte y de la ritualística fúnebre connatural a tan luctuosa circunstancia, subvencionando, por ejemplo, la traducción al idioma venerado de las lápidas y esquelas mortuorias, como es el caso del gobierno regional gallego dominado por el BNG, aún siendo el partido minoritario de la coalición.

-Ultranacionalistas, que serían según la prensa, los nacionalistas serbios, como ya se ha dicho, y acaso los votantes del FN de Le Pen y los fieles del magnate ruso Vladimir Zhirinovsky. Y ninguno más. Y no sabemos por qué.

-Zoonacionalistas, que serían aquellos que manifiestan su fervor patrio rindiendo una suerte de culto totémico al animal que simboliza las esencias nacionales, sea un dragón, un burrito, un toro de lidia, un castor o una marmota.

Pero seguro que hay más. Elabore su propia lista o ayude a completar ésta.

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